martes, 15 de mayo de 2012

Ganadores del 7o Concurso #ConFábula

Les pedimos que hicieran yoga mental y nos hablaran de un animalejo fantástico. ¡Lo hicieron genial! Aquí los tuits ganadores:


Primer Lugar:



Segundo Lugar:



Tercer Lugar:



¡Aquí pueden ver los tuits participantes! ¡Felicidades a todos!


Creación de aves



Me descubro desenredando el universo, hilando la luz de las estrellas y trasquilándola de materia oscura para que mis tejidos no se manchen. Tres horas por día son suficientes para tejer con pintura, con luz, dándole música de corazón a cada ave para que vuele con ritmo y nunca caiga a muerte, que viva volando y cantando por las mañanas en universos tejidos en otro tiempo.

Destilando.

Hay que cerrar los ojos, dejar que la ave se invente sola, que se descubra en la luz-hilo y el agua-pintura, que reconozca su lienzo y aproveche sus bordes, que decida sus límites y sus ligerezas, que sea ave que nunca vuelva al suelo si lo quiere o vívora alada.

Las miro sintiéndoles, con el viento que mueven al ocupar otro espacio, cada cual a su ritmo y en su propia pista, no sé que haría de mi mundo si no tuviera estas tres horas.

Traum Huetzi



Entretejo mis sueños con materia del cielo,
me alimento del cosmos y su energía
que permanece viva en todas las cosas.

Y todas las cosas son tocadas por una luz,
que vibra hasta las cuerdas de mi alma,
que no tienen voz, sino secretos.

Fluye la savia a través de mis ojos,
y los manantiales se complementan;
se nutren uno al otro, en la continuidad del rocío.

Existe una Luna de Agua en mi cuarto,
y un intermitente trinar de aves,
que nacen de la ceniza,
y del corazón del Universo.

Claudia Yenisey (Cy)

ventajas de ser miope

puede que las orejas sean minúsculas (apariencias visuales) y que las gafas resbalen, entonces, por la nariz tibiamente brillosa (nariz aguileña, seguramente); quizá (en realidad no es quizá) los anteojos se sometan a las aburridas leyes gravitacionales (se ve venir el manzanazo de newton) y... pero a veces es tan difícil (no siempre, eh), tan difícil —no siempre es tan difícil— decir: hoy sí voy a ver más allá de cuarenta centímetros. no se puede, simplemente no: es imposible rascarse la oreja con el codo; es imposible remover las manchas del pasado (consejo de mi tía de santa rosa).

Sin título

Unir crea luz.

Despertar es morir


Despertar es morir

Todas las mañanas siente tan lejano el reflejo frente al espejo como cercano el dolor por respirar el mismo aire del reflejado.
Siente que se va desprendiendo, de aquello que en el alma lleva impregnado, la esencia de su ser, su realidad, su rostro.
Su rostro es una máscara más, extraña, cuarteada por las lágrimas. Rota en mil recuerdos, en cientos de besos no dados.
Y así empieza su viaje, la carga de vivir a diario, de ir dejando parte de sí, en cada huella, en la retina de quienes transitan a su lado.
Nadie le avisó que él era su carga más pesada, su fantasma más aterrador, que conocerse iba a ser el camino más doloroso y largo.
Siempre lucía cansado y viejo, por dentro llevaba el presente, por fuera vestía el pasado.
— ¿Por qué seguir viviendo si hace tanto que he muerto? 
—Porque no tienes valor ni para mirarte en el espejo. 
— ¡Calla! 
—El único que habla aquí eres tú.
Pensar, no es hablar; como estar muerto, no es estar en silencio. Pero, quién soy yo para contradecirme, sino solo el pellejo de lo que de mí queda.
Mi vida es como la manzana ya mordida, como arenas movedizas que te tragan hasta el cuello y no te dejan ir más allá.
Soy un mundo en ruinas, soy mi día gris. Por mí solo caminan mis fantasmas y yo.
— ¿Y tú dónde estás? 
—No estuve nunca.
Soy el lugar que camina, y soy mi propia sombra. Conmigo muere todo vestigio, los demás lugares que caminan conmigo.
Y me hago paisaje; cuchillas en la boca. Y corre la sangre; la vida bajo la horca.
Y guardo las ganas de morir en los recuerdos de los que lloran.

Ronald Dávila & Julio Muñoz

Me salieron raíces



Todos somos semillas
y dicen que mientras más envejecemos, más sabemos.

La lluvia no es más que nuestra fuente de vida.
A veces parece ser una pesadilla
pero nos ayuda a soportar las sequías.


Crecer, florecer, morirse y renacer.
Acomódate las ramas y vamos a aprender.

Esta locura que titulo amarte


La decisión más fuerte que he tenido que tomar, has sido tú.

Nunca creí que para llegar a ver la verdadera belleza de algo, tuvieras que perderlo tantas veces.
Tuve que perderte de vista y no saber de ti. Dejé de escucharte y en algún punto ya no sentía junto a mí.

Escogí el camino largo, porque ya aprendí.
Aprendí que para que puedas valorar las cosas no sólo te tienen que costar, sino que además te tienen que doler.
Tuve que saber qué significaba extrañarte, también tuve que llorarte. 

Ahora te tengo de lleno. Y ya sé qué es verdaderamente amarte.

Máscara

Llegas a casa.
Cierras la puerta.
En soledad, cae la máscara.
Y te miras al espejo
en todo el esplendor de tu miseria.
Y a nadie le interesa.
Es tu soledad.
Tu patética existencia.
La certeza de que esa sonrisa
es prestada, es por mientras.
Mientras alguien se da cuenta
de tu farsa, de tu máscara y tu mueca.
De esa falsa sonrisa que alimentas.
Pero a nadie le interesa,
así que sigue sonriendo,
certera y dolorosa,
siempre falsa, siempre hermética.

Llorándole a la almohada

Una lágrima resbala por tu nariz. Se hace charco sobre la almohada, junto con otras tantas. Una vuelta más la cama. El segundero del viejo reloj le marca el compás a tu corazón desobediente que late a su antojo, despacito. No se detiene, aunque casi no lo escuchas. Otro suspiro: sale el aire y dentro no queda más que ese hueco oscuro en el que no está. Pero estuvo. Y ya no hay nada. Más lágrimas. Los gatos le llevan serenata a la Luna. Las luces en el cielo del norte podrían ser estrellas. Pero sólo son recuerdos de estrellas. De algo que alguna vez estuvo, pero ya no está. Otra vuelta a la cama; la almohada empapada. Si tan sólo hubiera algo ahí donde ya no hay nada, tal vez podrías dormir. El dolor en medio del pecho te parte. Nada como esperar el amanecer llorándole a la almohada.

Nos faltó destino



Un mismo sentimiento en dos corazones latiendo,
ambas almas en vigilia siempre esperando...
Nos sobró espacio.
Nos faltó destino...

Un proyecto de vida,
dos almas soñando...
un tiempo de espera siempre bifurcando.
Nos tomó de juego,
nos mantuvo alejados.

Una sola vida de caminos separados,
almas por las noches como siempre buscando;
una pausa y silencio...
Muchas voces interpretando.

¿Coincidencias?¿Destino?
Siempre interpretando...
Demasiadas coincidencias,
ya era demasiado.
Dos mundo chocando,
como siempre de la mano...

Nuestros sueños dormidos,
pareciendo soñar permanecen callados.
No han muerto,
solo fingen que no son despertados.

El silencio recorre y nos invade el espacio,
son dos almas calladas con el corazón llorando.
No coinciden,
se tocan y solo rozan las manos.

Nuestro sueño dormido hoy se encuentra sollozando,
esperando los tiempos,
que serán adecuados.
Nos sigue sobrando espacio
pero aún queda destino
por nosotros esperando.

Silvia Carbonell L.

Pero aún queda destino, por nosotros esperando...

Amanecer en un prado de nubes

Podría pastar un cielo,
si me dejaran trepar a esas nubes
y hacerme sol en ellas.

No sé

No sé querer lo que no respeto.

No sé admirar lo que no valoro.

No sé negar lo que me afirma.

Pero sé admirar, valorar y respetar a quienes afirmo que quiero.

Nostalgia

Era una de esas tardes de color naranja. Amenazaban lluvia, pero no. Yo tomaba café y leía un libro que ya no recuerdo. Entonces sonó el timbre y era la Nostalgia. Traté de no abrirle, pero igual entró. Se sentó en mi sillón como una invitada. Creo que esperó una cortesía que nunca llegó. Cuando se dio cuenta que no era deseada, hizo además de irse, pero sonrió. Yo estaba como petrificada, mientras ella iba invadiéndolo todo con un perfume raro, entre agrio y dulzón. Tocaba mis fotos, leía mis cuentos, olía mis ropas y tarareaba bajo una canción que me escuché mil veces dedicarte a vos. Me miró a los ojos, le bajé la vista. Me dijo una frase y luego se marchó. Después de esa tarde siempre vuelve a verme. A veces la espero, y otras veces no. ¿Sabés qué me dijo?: “Yo te tengo miedo a vos”.

La Saurina

Nunca antes ninguna de las mujeres del pueblo de Matlazuc había engendrado un nuevo hijo después de los cuarenta años, menos mujeres viudas y mucho menos en un día de eclipse, por lo cual la concepción de aquella niña fue visto más como un mal augurio que como un capricho de la naturaleza y todavía menos como un designio del Altísimo Señor.

Todo ocurrió en el primer mes de la época de estío del año del gran eclipse, cuando doña Maximiana Hernández, una de las cuarenta y tres viudas de aquel pueblo calentano, decidió llevarle la comida a su yerno por pedido de su hija Guadalupe, quien se encontraba ya en el último mes del estado interesante; era su cuarto embarazo y durante todos los meses había sufrido de vaguidos, antojos de caldo de garrobos y de atole de pinole, y ya no estaba pa' esos andares por los sembradíos en despoblado atravesando vericuetos de arrabales calentanos.

Doña Maximiana Hernández había quedado viuda desde los treinta y tres años después de que su marido Antonio Tucuruato se había robado una novia recién salida del altar a quien el padre Cuco apenas había otorgado el segundo sacramento de servicio. Justo entonces le entró por los ojos lo enamorado, y luego luego sacó su escopeta cuata, amagó al novio con todo e invitados y se la llevó en su caballo al monte baldío. Durante tres días no los encontraron y al cuarto día regresó a la novia con su pureza mancillada y le regaló su caballo blanco. «Tú te quedas aquí chula» masculló entre dientes y se fugó por la sierra de Tierra Caliente, una semana más tarde los municipales lo alcanzaron y fue muerto en tiroteo, no sin antes despacharse a cuatro municipales.

Desde aquel día Maximiana pese a ser muy dicharachera y caliente de vientre, siempre le guardó luto a Antonio Tucuruato, y aunque a sus cuarenta y cuatro años a cuestas, aun tenía vestigios del cuerpo de mulata, nunca sintió necesidad de hombre y se pasaba refugiada en sus rezos de rosarios y sus misas cotidianas.

Aquel día llegó muy apurada a visitar a su hija Guadalupe, quien le encargo que le llevara la comida a su marido al campo, salió a paso apresurado cubriéndose con el rebozo y cargando bajo su brazo una canasta de mimbre, cubierta con una servilleta de tela que ella misma había bordado, bajo la cual estaban un pocillo de atole de guayaba, cuatro uchepos, un plato de chimpa, un tarro de dulce de frijol, varias memelas recién sacadas del comal y un bule de tlapehue.

«Ándale pues mija, voy y vengo a dejarle el almuerzo a tu marido». Guadalupe le agradeció en silencio, sosteniendo con una mano la aldaba de la puerta y con la otra su vientre de embarazada.

Justiniano Garcia era uno de los mejores reateros y tarecueros del pueblo, una vez él solo había arado toda su siembra con sus manos sin necesidad de bueyes, era alto y fornido, de músculos correosos, tenía un tatuaje de la virgencita de Guadalupe en su pecho en honor a su mujer y a Dios, poseía una mirada lechuzera y cantarina, era corto de palabras y razones y le apodaban “el chicuaro”.

«Ándale Justiniano que te truje el almuerzo de encargo de la Lupita, ya anda con trabajos la pobre». Le advirtió Maximiana a Justiniano. Comió en silencio y rápido, fue entonces cuando el cielo totalmente se oscureció. Nadie supo como fue que Justiniano convenció a su suegra de tener ayuntamiento de carnes, unas gentes podrán decir que fue el efecto del eclipse, otros que quizás la forzó, incluso otros que la viuda una cana al aire se aventó. Lo cierto fue que una especie de embrujo les encendió la concupiscencia a los dos, y entre milpas y charamascas se atrevieron a cometer ese acto impuro ante los ojos de Dios. Y sin ninguna otra ocasión ni explicación Maximiana embarazada a sus cuarenta y cuatro quedó.

Maximiana siempre había tenido la virtud clarividente de anunciar sus nuevos embarazos el mismo día que una de sus semillas era germinada, y cual precepto divino cuando lo aseveraba, la regla ya no le llegaba más. Desde su primera regla que había tenido a sus trece años un domingo de ramos de un año bisiesto, todos los días que estaba con el mal de la sangre, a causa del pecado original, se echaba en ayunas un vasito de sangre de iguana recién degollada, con un chorrito de jerez del puesto de doña Mica. «¡Ah! es de alimento» decía después de sorberlo todo de un trago. Por lo mismo, le caía pesada, y el primer día de sus reglas siempre se acompañaba de una chorrera pestilente a iguana insolada, chuquillosa y mantecosa.

Unos días después que Maximiana se supo embarazada, su hija Guadalupe daba a luz a su cuarto hijo a quien bautizaría con el nombre de Leovigildo. Ese mismo día Maximiana mediante una plegaria silenciosa le prometió al Santísimo Señor Nuestro Dios, que nadie sabría el secreto de su debilidad y traición, fue también la última vez que habló con Justiniano echándole una mirada de complicidad hasta la muerte. Cuando los paisanos le preguntaban a Maximiana quién era el padre, ella argumentaba que había sido concepción divina, y cuando alguien la contrariaba ella decía: «Si le creyeron a la virgen ¿por qué a mi no?». Siete meses después nació una delicada niña más blanca que la nieve a quien su madre nombraría Blanca Concepción.

Blanca Concepción era una niña de belleza inhumana, tenía la piel como leche recién ordeñada, una cabellera más negra y más brillante que la obsidiana, azabaches pestañas que daban la impresión de ser postizas y ojos que deslumbraban como las mismas esmeraldas. Por azares del destino y por la cercanía de sus nacimientos Blanca Concepción y Leovigildo fueron criados como hermanos por la viuda-madre-abuela. Blanca Concepción siempre fue más vivaracha, habló bien chiquita y cuando hablaba no le paraba la boca; Leovigildo en cambio, se comunicaba más a señas y sólo palabrería inentendible vociferaba. Desde muy niña Blanca Concepción dio muestras de tener la virtud premonitoria de la adivinación y debido a sus dotes de clarividencia muchas gentes del pueblo empezaron a decirle “la saurina”. Debido a la carencia del lenguaje hablado de Leovigildo muchos pensaban que era mudo y fue cuando empezaron a llamarle “el mudito” más la virtud de Leovigildo siempre fue la valentía y su mayor defecto la imprudencia, heredados por gracia de su abuelo.

Unos años más tarde por fin logró hablar Leovigildo, quizás ayudado por el pan de los apóstoles que le dieron a comer un jueves santo del año que se desbordó el río o por las tarabillas de su media hermana Blanca Concepción, quien con cada día que pasaba afinaba más sus dotes saurinescas.

«Alguien se va a ir y algo va a venir». Advirtió a su madre una mañana del mes de mayo que no hizo calor en la región calentana. «Algo va a pasar ¿verdad que si, Chula?...». Considerando que ya antes había predicho el cambio de cura al poblado de Pungarabato, el día que llegarían las aguas y la muerte de una vaca de Justiniano, Maximiana considerando los peligros más cercanos mando tapar con leños para vigas el pozo de agua que en el patio de su casa tenía, por temor a que alguno de los guachitos se fuera a caer allí.

Por su parte Leovigildo seguía con su poco cotorreo y frecuentemente había sido objeto de burla de uno de sus vecinos güeleques; quien comenzó a decirle su mote socarronamente y a fastidiarle sobre sus pocas palabras. Al día siguiente le tomó sin permiso a su padre una verduguilla, salió a buscar al vecinito burlón y enfrentándolo al tiempo que le sacaba la verduguilla y se la acercaba al cuello le dijo: «A ver cabrón vuélveme a decir “el mudito”». El enmudecido en ese momento fue el otro guache, que después de empezar a llorar salió corriendo despavorido a su casa. Horas más tarde el padre de Ramoncito, el guache chillón y agüelecado, fue a reclamarle a Guadalupe de la amenaza con arma blanca de su hijo Leovigildo. Y cuando su marido Justiniano llegó el incidente le contó y Leovigildo una buena zurra con vara de cueramo recibió.

A la mañana siguiente muy temprano Leovigildo fue a pasearse por la casa vecina divisando en los tendederos del patio sabanas blancas recién lavadas, y en menos que lo pensó ya estaba enjuagándose las manos en lodazal de cuches y sus huellas en las sabanas plasmó. Para su mala suerte, Ramoncito lo miró, la escena se repitió, nuevamente Leovigildo fue señalado y su castigo recibió, sólo que esta ocasión su padre lo azotó con la reata que arreaba a las vacas. Catorce veces las sabanas manchó y catorce veces el mismo castigo recibió, hubieran sido más sino es porque Guadalupe le dijo a Justiniano «Pégame a mi mejor, pero ya deja al hijo de mi corazón».

Esa tarde mientras su madre le curaba la espalda y las nalgas se imaginó al mismo Cristo ensangrentado por tremenda azotaina. Esa misma noche le imploró al corazón amoroso de Jesús sacramentado y a Nuestra Señora de Guadalupe que si su hijo, iba a ser así de cabrón como su padre Antonio Tucuruato que mejor se lo recogiera. Una semana después cayó la peste de la viruela al pueblo de Matlazuc y Leovigildo se murió el día cuando los tecuanes le bailaban a la Virgen de la Asunción. Ramoncito tampoco pudo escaparse de la viruela, y mientras se encontraba tendido sobre hojas de plátano, le preguntó a su madre: «¿Mamá me voy a morir?» Su madre con llanto contenido le respondió: «No, mijo lindo, no te vas a morir» y Ramoncito le respondió: «Ay mamá si se murió Leovigildo que era valiente, contimás yo». Blanca Concepción también enfermó, sin embargo ella no se murió, y siguió con su vida de saurina pero ese es cuento para otra ocasión.

Ichi Ijiwaru
@Doc_Ijiwaru
http://ichijiwaru.blogspot.com

Roca



Ser la roca quieta, paciente, desgastada antes que la ola incierta, terca, permanente.


Colaboración nacida entre la fotografía de @tabsgreen --> http://twitpic.com/9jr4ik
y el tuit de @AdrianaReid  --> https://twitter.com/#!/AdrianaReid/status/198797960736284673

Esta noche


No recuerdo todos los detalles de aquella noche ya que estábamos intoxicados de tanto alcohol. Lo que recuerdo con claridad es que mientras más bebíamos más ganas nos daban de sentirnos, de amarnos y de estar juntos.
Entre mis recuerdos rotos encuentro un beso robado, una caricia escondida, una conversación profunda que no comprendo cómo se dió, algunas risas y palabras que se llevó el viento.
Estuvimos acechándonos mútuamente como felinos a su presa hasta que nuestros deseos tomaron posesión de nuestros sentidos y nos dejamos llevar.
Salimos del bar donde estábamos y nos dirigimos a un motel. Entre bromas y manos deslizándose en los rincones más remotos de nuestros cuerpos encontramos la habitación que buscábamos.
Cama redonda y paredes en semicírculo tapizadas de espejos. El tapiz siniestro llegó hasta en el techo del lugar, dejándonos expuestos de una manera vulnerable. La alfombra roja intensificaba lo seductor del lugar.
Ropa volando por la habitación, besos, caricias, suspiros, palabras de deseo entrelazadas en nuestras lenguas que se comían entre sí.
Observé a través de los espejos tu cuerpo desnudo, con todas sus virtudes y todos sus defectos mientras clavaba mis uñas en tu espalda. Abracé esa imagen para retenerla en mi memoria y revivirla en las noches solitarias de mi existencia.
Disfruté cada uno de nuestros movimientos, cada gota de sudor, cada gemido cálido y sincero. Nos comimos y recorrimos cada centímetro de nuestras pieles para volverlo a hacer y asegurarnos que no quedara ningún rincón sin explorar.
Por donde mis ojos se posaran estuviste presente y en mi mente se enfrentaban el morbo y el pudor en una lucha sin tregua. Me dejé llevar por el antojo de poseerte y demostrarte lo que significabas para mi en esa noche vana.
Nos amamos hasta que llegó el alba junto con el agotamiento. Nos dormimos.
Al despertar entre penumbras nos abrazamos y nos besamos como reconociéndonos o como si con ello lograríamos retener para siempre lo que había sucedido en la noche anterior.
Ahora que ha pasado el tiempo no sé si abrazarás el mismo recuerdo que yo tratando de retener esa sensación de locura y satisfacción temporal. No se si en tu memoria, en un rincón escondido de tu imaginación, todavía deseas mi piel tanto como yo deseo la tuya. Lo que si sé es que no podría vivir con la ausencia de lo que sucedió en esa noche en la que logramos fundir nuestras pieles a tal grado que sentimos el cielo y el infierno en lo más profundo de nuestras almas extraviadas.

Silvia Titus
@cuentosdekutz
http://loscuentosdekutz.blogspot.com

Poema a la alegría

No hay felicidad sin convicción
Ni reflexión sin cicatriz
Ni amanecer sin oportunidad
Ni futuro sin expectativas
La felicidad es una certeza
Un estado
Un hálito obligado a salir del vientre
Una alegría leal e intransigente


Yo no amanezco, me amanecen
No mi madre
Ni mi esposa
Ni un teléfono
Ni una mascota
Sino el llamado sagrado
Aquel que te hace soñar de pie
Aquel en que no decides
Aquel que es un viaje de ida


Si el sufrimiento inspira
La alegría te vuelve obra
Te hace bailar sin música
Y te enferma si no la contagias


Ya no hay dualidades
Ya no hay prejuicios
Sólo aceptas
Ni siquiera toleras
Sino que respetas sin más
Y te relacionas sin menos
Como ráfagas invisibles
Sientes sin especular
Y piensas sin deslucir
Vivir alegre
Feliz
Dichoso
De que todo es motivo de risa
Incluso la muerte
Que no es, sino, el cambio mismo
El escalón necesario
Para ser tú


Hoy
Caminar es otra cosa
Una desventura del viento
Un plagio al júbilo desmesurado
Casi una postura ideológica


Disfrutar y disfrutarse
Soñar para dormirse
Laburar al albur
Pensar casi nada
Para hacer casi todo
Escribir un poema cada mañana
Llegar al trabajo con la mirada angosta
Y la sonrisa ancha
Jugar con tu sobrino
Y desarrollarse en común con la mujer que amas


Crear es creer
Soy feliz a pesar de obras tristes
Celebrar el don
Matarse de la risa y resucitarse en un cuento
Inventar nuevas realidades
Y pasearse entre el sueño
La aflicción sin ficción es una destemplanza
Arte a la alborada
Por la tarde
Por la noche
8 días a la semana


El poeta no jubila
Vive jubiloso
La razón es un paragua
Si hay lluvia de ideas
¡No pienses, poeta!
No pierdas el tiempo
No pierdas la esperanza
Tú eres la aurora a medianoche
La manía
El vicio
¡No pienses, poeta!
Déjate venir
Expélate
Calmoso
Sin Lógicas
Ni estructuras
Derrámate
Hazte marea
Vívete
Humanízate
Desaparece
Y cuídate,
Que la felicidad es contagiosa.


René Valdés
@Renealonzo

Tarde o temprano

Tarde o temprano llega a nuestras manos
un poco de felicidad,
disfrazada bajo la bella forma de un cristal,
fácil de llevar, fácil de manejar;
pero aun así frágil es,
casi nunca es como la imaginamos
y mucho menos con el mismo significado,
para todos es distinto
el único parecido es que
entre mas fuerte la sostenemos
mas rápido la rompemos.

Nathy Casal
@Proud_Hika